Se trata de una pequeña maravilla de uno de los mejores pintores de América Latina, Federico del Campo. Nacido en Perú, la mayor parte de su carrera la desarrolló en Europa y apenas se conservan cuadros en su país natal, encontrándose la mayor parte de su producción en colecciones privadas. Se especializó en recrear paisajes de Venecia, siendo muy aplaudidas sus pinturas del Gran Canal o la catedral de San Marcos. Las distintas pruebas técnicas, el análisis de las inscripciones del reverso y el estudio de antiguos inventarios permitieron atribuir la pieza, –que llegó al centro como obra anónima– sin ningún género de dudas. El paraje representado también ha sido identificado, se trata de una vista del ábside de la Iglesia del Gesù desde el patio del Palazzo Venezia de Roma, también conocido como Palazzo Barbo. Dicho palacio, de hecho, cumplía funciones diplomáticas y artísticas alojando en esa época una pequeña colonia de artistas pensionistas de la Academia entre los que, muy probablemente, se encontraba el mismo Federico del Campo.