La sensibilidad del conjunto compositivo, la precisión del dibujo anatómico, la calidad de las diversas texturas naturales, y la viveza de los gestos de estos animales, son observables a simple vista. Las macrofotografías han permitido constatar la diminuta ejecución de los pelos individuales en las pieles de estos bóvidos, de cada brizna de hierba, e incluso de las ubres de las diminutas ovejas situados en la lejanía. Un detallismo que va más allá de la mímesis y revela la obsesión por la observación cercana que caracteriza las mejores obras de Paulus Potter.
La fotografía IR ha permitido apreciar una forma de planteamiento inicial de las figuras propia de algunos artistas septentrionales, basado en grisallas. La microscopía muestra una variada paleta de molienda fina pero artesanal, caracterizándose organolépticamente el uso de azurita, blanco de plomo y variedad de lacas -entre ellas de vejiga-. Es apenas observable el craquelado de la superficie pictórica, pero no por su inexistencia, sino por haber sido meticulosamente ocultado por el repinte de un restaurador.