La obra representa a un niño en su lecho de enfermo o, más probablemente, de muerte. Un subgénero del retrato propio de los siglos XVIII y XIX, en el que la imagen testimonia una existencia breve y frágil y no por eso menos única y valiosa.
Presenta esta pequeña tabla una firma en la esquina superior izquierda, de difícil lectura, pero que gracias al contraste que ofrece la fotografía IR se identifica perfectamente. La imagen UVF confirmó que no se encontraba entre barnices ni se trataba de un añadido posterior, al estar perfectamente consolidada con el resto de la pintura y su observación microscópica la evidenció coherente a las realizadas por el artista en otras obras. El análisis organoléptico de los materiales y de la propia tabla del soporte, así como el estudio comparativo, aseguró su atribución pese a la innegable desolación que hace única a esta íntima creación de Vicente Borrás.